Un dato esclarecedor. En 1960 – el primer año del que se tienen estadísticas – fallecían más de mil personas en las carreteras españolas, con un parque automovilístico ínfimo, apenas de un millón de coches en circulación y poco más de dos millones de conductores. En 2013 estamos por debajo de esas cifras, incluso teniendo en cuenta que el parque español se ha multiplicado por treinta y el de conductores por doce. Lejos quedan aquellas cifras bochornosas de los años noventa, con cerca de seis mil fallecidos en un año o, sin ir más lejos, el primer lustro del Siglo XXI, en los que era habitual estar por encima de los cuatro mil. Desde entonces, las estadísticas oficiales no han dejado de encogerse para que cada año hubiera menos siniestros mortales que el anterior.
Mientras sigamos hablando de gente que pierde la vida en las carreteras, de familias destrozadas, no habrá dato positivo, ni resquicio para congratularnos. Pero, en cualquier caso, habrá que buscar una explicación a este descenso tan acusado. ¿Ha surtido el esfuerzo en seguridad vial? Seguro que sí. ¿Nuestros coches son más seguros actualmente? No nos quepa la menor duda. ¿Han mejorado las carreteras españolas en todo este tiempo? Y que la crisis no impida que sigan haciéndolo. ¿El temor a las multas nos ha convertido en conductores más precavidos? Para lo bueno y para lo malo, rotundamente sí.
Dramas familiares y estadísticas. Hoy hablamos de números
La frialdad de las estadísticas también nos puede hacer ver con claridad los puntos en los que la precaución del conductor y el esfuerzo de las autoridades deberían hacernos mejorar.
En 2013 se produjeron 994 accidentes mortales en carreteras interurbanas, con 1.128 fallecidos y 5.206 heridos graves. Antes deberíamos matizar que estos datos aún son provisionales y hacen referencia a fallecimientos que se produjeron en las 24 horas posteriores al accidente. Por cuestiones burocráticas, la contabilización de los fallecidos en los días posteriores, en un periodo de hasta 30 días del siniestro, no llegará hasta el próximo mes de abril. Obviamente, para entonces la cifra habrá crecido, aunque el dato seguirá siendo igualmente positivo. La gráfica superior con un histórico de fallecidos, también contabiliza las estadísticas de las 24 horas posteriores al accidente.
El Ministerio del Interior ha ofrecido todos estos datos, el Balance de Seguridad Vial 2013, así como algunos datos demográficos de los afectados por estos siniestros.
La mayoría de las víctimas eran varones (77%) y el grupo de edad que más víctimas mortales supone al cabo del año, el comprendido entre los 35 y los 44 años (18%). Las carreteras convencionales se han llevado 898 vidas, frente a las 178 en autovía y las 52 en autopistas. Por desgracia, este balance de la DGT no tiene en consideración los fallecidos en vías urbanas, que no son pocos, especialmente motociclistas y peatones atropellados.
Las convencionales siguen siendo las más peligrosas. ¿Por qué hay quien se empeña en resurgir el debate de instalar peajes en las autovías?
Siguiendo con estas estadísticas demográficas, pasamos a la naturaleza de los accidentes. Resulta indignante que en 2013 fallecieran 41 personas por atropellos en autovías y autopistas, accidentes perfectamente evitables que nos recuerdan la importancia de señalizar correctamente el coche en el arcén si sufrimos una avería o un accidente y de no salir de este si no vestimos un chaleco reflectante. También de extremar la precaución y reducir la velocidad en tramos de obras o si vemos un coche parado en el arcén.
La mayoría de los accidentes mortales se produjeron por salidas de vía, son la causa más común tanto en autovías y autopistas como en carreteras convencionales. Otro dato que nos debería hacernos reflexionar. El 21% de los conductores y pasajeros fallecidos no llevaba cinturón.
Está claro que algo ha cambiado en las últimas cinco décadas. Las carreteras han mejorado considerablemente y es ahí donde debemos exigir a nuestros dirigentes que no se ahorre en mantenimiento. La mayoría de los 354 millones de desplazamientos de largo recorrido que contabiliza la DGT, se han producido por autovías y autopistas. Una vez más, instemos a nuestros dirigentes a que no desplacen a los conductores a las convencionales instalando peajes en autovías que hasta ahora eran públicas y que de una vez por todas acaben con el mamoneo, con perdón, de lasconcesionarias de las autopistas de peaje.
Reconozcamos la mejora en materia seguridad de los coches modernos. Algunos elementos son bien conocidos, los cinturones de seguridad, los airbags, el ABS, el control de estabilidad. Otros no tanto, los sistemas de deformación controlada, los pretensores, los refuerzos de la “célula de seguridad del habitáculo” para evitar que penetren piezas del motor. Hace no tanto tiempo la gente fallecía por salidas de vía descendiendo puertos, al quedarse sin frenos. Hoy en día hay que ser bastante cafre (o descuidar el mantenimiento) para quedarte sin frenos bajando un puerto con un turismo.
En fin. Así es como hemos cambiado y esperemos que por muchos años más sigamos cambiando y algún día acabemos, o releguemos al “suceso” y no al pan de cada día, a los accidentes de tráfico mortales.