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          El cambio AUTOMATICO

          Las marcas de automóviles se han volcado en los últimos años en perfeccionar la tecnología de los cambios automáticos. A pesar de ello, el porcentaje de españoles que conduce un coche con este dispositivo es bajo. Justo lo contrario de lo que ocurre en EEUU, donde se ha producido el mayor desarrollo de un dispositivo que, paradójicamente, fue inventado en Europa.

          Corría el año 1903 cuando un francés, Louis Bonneville, diseñaba el primer cambio automático de la Historia del automóvil. Su generalización no llegó hasta la década de los 40, y lo hizo de la mano de los constructores estadounidenses, pioneros en ofrecer comodidad (aire acondicionado, dirección asistida) a bordo de un coche.

          Aquellos primeros dispositivos podían presumir de bien poco: contaban con sólo tres marchas, eran caros de comprar y de reparar y limitaban las prestaciones, al margen de incrementar el gasto. Algo que importaba poco allí, con unos combustibles más que baratos, grandes y buenas carreteras y unos límites de velocidad que no invitaban tampoco hoy a pisar el acelerador. Durante las siguientes décadas la evolución técnica fue escasa, pero la filosofía del confort caló tan hondo que hoy nueve de cada diez coches que se producen en ese país son automáticos. En Japón, casi tanto, con un 70% de las matriculaciones.

          ¿Y en Europa? Pues como la alegría, "por barrios". Así, mientras en el Centro y Norte hay países como Suiza donde alcanzan el 36% de las matriculaciones en otros como España las ventas de este tipo de elemento son minoritarias.

          Durante años, esa marginalidad se ha cimentó en una mala fama que empezaba por recordar sus carencias técnicas y dinámicas, ya que exigían motores de más potencia y eran más caros. Además, no se adaptaban bien a nuestras carreteras ni a nuestra personalidad como conductores.

          El panorama empieza a cambiar en los 80 y, sobre todo, en los 90. El desarrollo de la electrónica hace que aparezcan evoluciones que prescinden del embrague, otras que combinan uso automático y manual secuencial, las que son inteligentes (adaptándose a la carretera y a la forma de conducir), las de variación continua, las que se pueden accionar directamente desde el volante y las que cuentan con hasta seis velocidades. Unas innovaciones que, curiosamente, también tienen paternidad europea.

          En la actualidad, los coches automáticos gastan apenas un 5% más de combustible y, en las versiones más desarrolladas, pasan de marcha con más rapidez que un conductor experimentado e incluso corrigen sus defectos.

          En la calle, la oferta se ha multiplicado y hoy están a la venta en España cerca de 200 modelos de todo tipo. Además, se han abaratado y las cajas más sencillas para un utilitario se pueden montar desde 420 euros; suben a 900 euros en un modelo medio y pueden superar los 3.600 euros en un superdeportivo.

          No obstante, su demanda sigue siendo escasa entre los turismos más pequeños y sólo en los vehículos de gama alta goza de mayor implantación. Según la consultora estadounidense JD Power, en 2010 el 50% de los turismos fabricados en el Viejo Continente serán automáticos.

          Tipos de cambios

          Cambio americano. La búsqueda de un mayor desahogo interior ha hecho que, durante años, en EEUU se coloque la palanca de cambios en la dirección. Condicionados por el tipo de carreteras, la orografía y el concepto de coche que triunfa allí (motores de gran cilindrada y poca potencia relativa), están muy lejos del gusto europeo. Resultan muy lentos y tienen menos aceleración.

          Tradicional. Suelen contar con cuatro marchas y son sencillos de manejar. Se pone la palanca en posición D y a circular. Su mayor problema es la lentitud de respuesta y el mayor consumo. Suelen tener programas de conducción en nieve o deportiva, pero no se adaptan a una conducción rápida.

          Secuencial. Es el complemento perfecto para una transmisión automática, pues a la comodidad de ésta añade la posibilidad de cambiar en modo manual, accionando la palanca hacia delante y hacia atrás para subir y bajar de marcha.

          De variador continuo. Sustituye los engranajes típicos de la caja de cambios por una cadena parecida a la de los ciclomotores. ¿Resultado? Máxima suavidad, "infinitas marchas" y un consumo muy ajustado.

          Cambio ingeligente. Va un poco más allá de las transmisiones automáticas tradicionales. Varía su funcionamiento de acuerdo a la velocidad, el tipo de conducción y las condiciones de la carretera. Esto les permite ser más económicos y dinámicos que los clásicos.